Se sirvió durante el 8º Congreso Provincial de Educación para los asistentes al encuentro de capacitación; la escuela de la localidad cordillerana ofrece, entre sus espacios formativos, el taller de cocina.
Fue un gran desafío y lo cumplieron con creces. En la Escuela N° 531, de Trevelin, los chicos y los docentes que participan del taller de cocina están felices: fueron los responsables de elaborar, producir y presentar el servicio de catering que durante el 8º Congreso Provincial de Educación se sirvió a cerca de 300 personas que tuvieron como sede esa escuela para realizar los talleres del encuentro.
“Hasta ahora lo máximo que habíamos hecho era para 70 personas, por eso fue un verdadero desafío y ellos se entusiasmaron un montón pensando en la producción. Fue un proceso que disfrutaron y que contribuyó a que se dieran cuenta, una vez más, ellos y sus familias de todo lo que son capaces de hacer”, dice Marcela Vásquez, a cargo del sector de la cocina.
Ella, junto con Juan Seguel, maestro panadero, enseñan a Magui, Jeremías, Alberto, Romina y Analía, estudiantes del ciclo orientado, los secretos del arte culinario. Para el encuentro provincial, con materia prima aportada por el organismo educativo, elaboraron tortas fritas, alfajores, scones, pan casero, tartas y otros productos, que deleitaron a todos los asistentes.
En la escuela, cada vez que hay producción en la cocina, los estudiantes se llevan a sus casas algo de lo que se elaboró, para compartir en la mesa familiar.
ESPACIOS FORMATIVOS
La Escuela N° 531 funciona con jornada extendida, es decir que los chicos están allí desde las 8 y hasta las 15.30. Dentro de la oferta de espacios formativos, quienes están en el ciclo orientado asisten a diferentes talleres: el de cocina es uno de ellos, junto con carpintería, escultura y cerámica.
“Aquí no solo aprenden cuestiones vinculadas directamente con la elaboración de alimentos, sino también de higiene y salubridad. Ellos saben que son aspectos fundamentales, y son guardianes de que las normas se cumplan”, contó Marcela.
Supervisados por los adultos que siempre están cerca, guiándolos, los chicos saben cada paso que deben cumplir en la cocina. Usan las máquinas, estiran la masa, le dan forma a las facturas es decir, cumplen el proceso completo.
“Este espacio está adentro del proceso de aprendizaje de los chicos; aquí vinculamos cosas de otras áreas, por ejemplo, de matemática cuando deben hacer el cálculo de los ingredientes o de lengua, a la hora de copiar, leer e interpretar recetas. No todos pueden hacer todo y aprender de la misma manera, por eso hay adaptaciones que aplicamos con cada uno”, señaló.
La institución, cuenta con una matrícula de 22 alumnos. El taller de cocina, se abastece de materias primas con el aporte de los docentes o de particulares.
“Ellos son los referentes de los más chicos; son los transmisores de muchos saberes en otros cursos. Y es muy importante lo que están logrando; ojalá en el futuro para alguno de ellos que lo quiera, la panadería se convierta en un centro de producción en el que puedan trabajar cuando egresen de la escuela”, dijo Marcela.