La Iglesia argentina advierte que «si no hay reconciliación, no hay patria, no hay futuro»

Así lo advirtió el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli. En tanto, José Maria Arancedo dijo que un país dividido «no da soluciones a los problemas de la gente».
Este domingo los obispos hicieron en sus mensajes pascuales un llamamiento fuerte al diálogo y la reconciliación de los argentinos. Además, expresaron su preocupación por los desencuentros, la corrupción en distintos ambientes y el avance de la droga y el narcotráfico.

El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, advirtió que un país dividido «no da soluciones a los problemas de la gente, especialmente a los más necesitados», y reclamó recrear una cultura del «diálogo, la honestidad y la ejemplaridad» en el marco institucional de los poderes del Estado.

«Convencidos de la verdad de las enseñanzas de Cristo desde la Cruz, seguimos pensando que la reconciliación es el camino de la paz, la justicia y un futuro prometedor para todos, sin exclusión. Si no hay reconciliación no hay patria, no hay futuro», sostuvo el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli

«No vacilamos en decir a nuestros representantes de la sociedad civil que el camino de un futuro prometedor se abre con la justicia, con el perdón y la reconciliación, para que las heridas del pasado se curen desde adentro, desde lo más profundo y desde una deseada paz verdadera que es madre del amor que lo puede todo: amor a la Nación que queremos alcanzar», agregó el purpurado porteño.

El presidente de la Comisión de Pastoral Social, Jorge Lozano, aseguró que cada Pascua ofrecer la oportunidad de renovar el llamado a «construir una Patria de hermanos» y pidió escuchar «el clamor» de pobres, adictos y de las víctimas de «nuevas esclavitudes».

Además, como arzobispo coadjutor de San Juan, donde se encuentra la Mina Veladero, advirtió sobre «el clamor de la Tierra maltratada que gime y sufre como dolores de parto, aguardando ser liberada de la esclavitud de la corrupción».

Los obispos de las diócesis patagónicas exhortaron a privilegiar la solidaridad, al manifestarse conscientes de que «ni solo el progreso, ni sola la tecnología, ni solos los planes sociales, pueden acallar el grito dolorido de los crucificados por la pobreza, por el trabajo indigno, por una educación sin calidad, por la inseguridad y la marginación».

Jorge Lugones, obispo de Lomas de Zamora, instó a renovar en Pascua el compromiso con «los más relegados» en un contexto que definió «incierto en lo económico, en lo político, en el tema de la justicia o el tema del trabajo».

El obispo de Quilmes, Carlos Tissera, llamó a hacerse «cercanos al dolor de los sufrientes, los más pobres y descartados, los ancianos y niños más olvidados, los sin techo, sin trabajo; los maltratados y perseguidos».

El obispo de Rafaela, Luis Fernández, aseguró que la Pascua de Cristo es respuesta «al grito de tantos» migrantes que «claman por un lugar para vivir humanamente», mujeres «víctimas de la trata de personas, golpeadas o tenidas por menos, humilladas por el ‘machismo'», y «los pobres, al grito de la humanidad, que mira angustiada, triste y sin horizonte el futuro incierto, abierto por los abismos infinitos del tiempo, sin respuesta sobre el sentido de la existencia, de la justicia y de la paz».

Ariel Torrado Mosconi, obispo de Nueve de Julio, consideró necesario que la Iglesia se convierta en «instrumento de unidad» en un país donde «algunos hablan de las grietas cada vez más hondas que nos separan a los argentinos y que muchas veces se busca ahondar como una forma estratégica de tener preponderancia sobre los otros».

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