La refugiada de 17 años que viajó en silla de ruedas de Siria a Alemania

Su hermana la empujó a lo largo de 5.782 kilómetros, cruzando Turquía, Grecia, Macedonia, Serbia, Croacia, Eslovenia y Austria.
la-refugiada-de-17-anos-que-viajo-en-silla-de-ruedas-de-siria-a-alemaniaLos deprimidos y los deprimentes siempre utilizan una frase – pregunta para refugiarse de todo lo que les pasa: ¿porqué? Para ellos, todos los males del mundo se abalanzaron sobre ellos. Están maldecidos, llaman a la yeta, nada bueno les sucede. Son victimistas por placer.

Sería tan fácil ver la vida desde otra óptica sólo agregando un no a su pregunta. Que tal decir: ¿porqué no? Si cualquiera, ante una adversidad o ante un desafío se lo pregunta así, demostrará que irá al frente, que la voluntad podrá vencer las adversidades.

Así se debe haber preguntado Nujeen Mustafa, una joven siria de 17 años. Abandonó su ciudad natal, Alepo, en Siria, huyendo de los islamistas y de la brutal represión de la dictadura, cruzó Europa buscando una nueva vida en Alemania. Todo en silla de ruedas. Empujada por otra persona que cree que nunca hay que entregarse: su hermana Nasrine.

La travesía duró 13 meses y les costó los 6.000 dólares que habían juntado durante años. Atravesaron a pie Turquía, Grecia, Macedonia, Serbia, Croacia, Eslovenia y Austria. Fueron 5.782 kilómetros en total, para llegar a Alemania, exactamente a Colonia donde se reencontraron con su hermano.

Y esa travesía heroica e inolvidable quedó plasmada en Nujeen, un libro autobiográfico que sale a la venta contando la historia de esta chica indómita y confiada en superar la adversidad. Cueste lo que cueste.

«El libro es una forma de expresarme y una gran oportunidad para intentar cambiar la forma de pensar de mucha gente sobre los refugiados como yo», explicó en una entrevista a Efe, Nujeen, quien asegura haberse visto cómoda relatando su vida privada aunque ahora se sienta «rara» por la fama repentina.

Y agrega: «La gente se olvida de que los refugiados son personas que sufren y no sólo números». Así trata de explicar que más de un millón de personas (sirios, iraquíes , afganos, eritreos, somalíes y libios, entre otros) han escapado a Europa huyendo del hambre y la guerra.

El libro recoge cómo esta joven fue segregada durante años en Siria por pertenecer a la minoría étnica kurda y por padecer espasticidad en sus extremidades, un trastorno motor del sistema nervioso por el que algunos músculos están permanentemente contraídos, lo que le impide caminar.

También relata el dolor de una Nujeen adolescente que ve cómo una cruenta guerra civil destroza a su querida Alepo, la ciudad mártir que ya es el trágico símbolo de este conflicto. La joven siente, de pronto, que su vida está en peligro por los ataques del ejército del presidente Bashar al Assad y el de los yihadistas del ISIS.

Sus padres deciden que ella y su hermana Nasrine deben huir. Ese departamento del quinto piso donde viven (en un edificio sin ascensor) ya no es seguro. En Alemania pueden encontrar, no sólo el futuro, sino una esperanza de no morir.

Y ella lo logró. Ahora vive en un pequeño pueblito alemán, Wesseling, donde va a un colegio por primera vez en su vida y es tratada de su enfermedad por especialistas. Allí, entre Bonn y Colonia viven 35.000 personas que la han adoptado como si fuera de su tierra.

Ella se siente feliz: «Nada es igual ahora. Es triste sentirse diferente, pero también que mucha gente piense que los refugiados no serán capaces de adaptarse a su país de acogida. Me estoy alemanizando», dice mientras ríe y salta de un fluido inglés (que aprendió viendo la televisión) a un correcto alemán, pese a que lleva apenas unos meses aprendiéndolo.

Ahora tiene tres luchas por delante. Y quiere ganarlas todas. Primero, llevar a sus padres a Alemania. Hace un año que no los ve, desde el momento en que partió. Sabe que va a costar lograrlo, pero lo intentará.

El segundo deseo es volver a Siria: «Mantengo la esperanza de que se acabe la guerra. Nada es para siempre, ¿no? Las cosas tienen que mejorar. Si termina la guerra volveré a Alepo», asegura convencida.

Y en tercer lugar queda su sueño oculto: ser astronauta. Para cualquiera sería un imposible, para Nujeen, la refugiada que hizo casi 6.000 kilómetros sobre una silla de ruedas, todo es posible. Ella nunca se preguntó porqué. Siempre dijo: ¿porqué no?.

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