El consumo de productos para las disfunciones sexuales creció en el país exponencialmente desde 2012. Y una franja de esos consumidores son los menores de 20 años. Pero, ¿qué es lo que lo lleva a recurrir a la famosa pastilla azul? Varios especialistas explican el fenómeno.
Pareciera ser que juventud y potencia sexual van de la mano. Pero no siempre es así. En los últimos años cada vez más adolescentes menores de 20 años se vuelcan al consumo de drogas para la disfunción eréctil de forma recreativa.
Según un estudio realizado en 2010 en estudiantes de medicina de la Argentina, alrededor del 20% de los varones jóvenes alguna vez las consumió para saber que se sentía, para durar más, para recuperarse más rápido o solamente como algo lúdico.
Estas drogas, llamadas inhibidores de la fosfodiesterasa 5, como el sildenafil, el tadalafilo o el vardenafil, son útiles en el tratamiento de la disfunción eréctil, en adultos. Pero, ¿qué es lo que buscan los adolescentes que no tienen problemas de este tipo al consumir la famosa pastilla azul?
Según explicó a POPULAR el doctor Adolfo Casabé, encargado del Sector Medicina Sexual Masculina de la División Urología del Hospital Durand de Buenos Aires y uno de los autores del mencionado estudio, “sólo el 1% de las consultas por disfunción eréctil ocurren en menores de 20 años, en cambio el número se eleva casi al 5% cuando hablamos de menores de 30 años”. Por lo general, las consultas se deben a factores emocionales, muchas veces acompañados de eyaculación precoz.
“Son pocos los pacientes adolescentes que tienen disfunción reales por causa orgánica. Por lo general, son pacientes que vienen con mitos, leyendas. No conocen su cuerpo ni el de su pareja. Y a esto se suma al aumento de la pornografía, que termina generando un condicionamiento en ellos que tienen sus experiencias sólo masturbándose”, sostuvo el doctor Jonathan Finkelstein, urólogo y andrólogo del Hospital Rivadavia y del CEMIC.
Según contó el médico, “los parámetros están muy contaminados por los medios, la pornografía, las novelas que muestran que hombres y mujeres pueden tener 3, 4, 8 relaciones sexuales en una noche, una detrás de otra, con gran rendimiento. Y todo eso, en un joven que está descubriendo la sexualidad, genera diferentes choques con la realidad”.
Sin embargo, hay una gran cantidad de adolescentes que se vuelcan a este tipo de drogas en busca de recreación, lograr una buena performance y obtener una respuesta rápida dejando de lado el costado erótico. Es decir, no buscan suplir ninguna carencia física sino que lo toman “por las dudas” o “para ver cuánto aguantan”.
“Quieren tener una respuesta instantánea y obviamente esto no siempre se lleva bien con la parte personal y el erotismo. Entonces quieren asegurarse que con una pastillita van a responder de forma inmediata. La gran mayoría de disfunciones sexuales en los adolescentes son por causa psicológica”, precisó el doctor Edgardo Becher, médico del Servicio de Urología, del Hospital de Clínicas “José de San Martin”. Según explicó el especialista, la clave para los adolescentes pareciera estar en encontrar un estimulante que actúe rápido y así asegurarse además un mejor rendimiento sexual.
“Pero a veces este simplismo y no buscar el estímulo erótico tienen el efecto contrario y le pasa al revés. Se desestimula porque no encuentra esa respuesta inmediata porque quizás no está bien relajado o no se supo entregar a la situación o no llegó a preparar el momento y le dedica todas las expectativas a la medicación”, puntualiza.
Usos y abusos
Si bien, los especialistas coinciden en que en general el uso de esos inhibidores son “cardiovascularmente seguros”, el problema radica en la mezcla. En el estudio realizado por el doctor Casabé, revelan que el 21,5% de los hombres entre 18 y 30 años usan este tipo de drogas como una recreación y la mayoría de las veces las asocia con alcohol u otras drogas sin control médico.
“Hemos tenido casos de pacientes que han mezclado alcohol, cocaína y sildenafil y otros de éxtasis con sildenafil”, recordó Carlos Damín, jefe de Toxicología del Hospital Fernández y presidente de Fundartox.
Según explicó, “todos los medicamentos que se utilizan para la disfunción eréctil producen vasodilatación, es decir que dilatan las arterias, y eso produce disminución de la presión arterial. El alcohol también produce esa disminución por lo que en muchos casos la mezcla de estas sustancias puede producir cuadros de hipotensión arterial o síncopes”.
“Son drogas indicadas para pacientes con disfunción sexual eréctil, no para pacientes que la quieran usar en forma recreativa o en forma preventiva. Una adolescente que lo toma por las dudas que no tiene problemas en conseguir o mantener una erección está lejos de la indicación formal de este fármaco”, precisó Becher.
Pero además del aspecto tóxico para la salud, el uso de los inhibidores produce en los adolescentes una secuela en su autoconfianza. Para los especialistas, el uso continuo de estas drogas sin terapia puede crear una dependencia psicológica que lleva tiempo quitar.
Para Finkelstein, “el problema radica en no poder dejarlo. Porque después que empiezan a tomarlo, pacientes que antes tenían buenas erecciones se empiezan a meter en un trastorno de disfunción eréctil”.
El acceso, tan fácil como riesgoso
Según datos revelados por el observatorio de la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA), el consumo de productos para las disfunciones sexuales no paró de crecer desde 2012 en adelante. Ese año se vendieron en todo el país 3.654.834 cajas, hasta llegar a los 4.229.734 de 2017.
Vale aclarar que estos números son en relación a los que se comercializaron bajo receta, un dato que parece obvio y que no lo es. Es que hoy en día, el acceso a este tipo de medicamentos se hace, en algunos lugares, con sólo pedirlo sin importar si se tiene o no la prescripción médica algo que, además de dificultar la confección de estadísticas más precisas, puede ser peligroso.
“Conseguir estos medicamentos sin receta es muy frecuente. Cuando te vienen a ver pacientes en los que sí está indicado el sildenafil, le preguntas si necesitan receta y te dicen: ‘no se preocupe, igual me lo venden sin receta’. Eso es muy preocupante porque genera la facilidad del acceso en estas drogas”, cuestionó Finkelstein.
Ya sea por recreación, inseguridad, una sobreexposición a modelos sexuales mostrados en la ficción o la curiosidad por probar el efecto que provocan en su cuerpo la combinación de diferentes sustancias, es evidente que los jóvenes se convirtieron en grandes clientes de este tipo de medicamentos, en un mercado que año tras año gana cada vez más adeptos.