El encanto de un pueblo remoto suspendido en el tiempo, donde las costumbres medievales se encuentran con los desafíos de la modernidad.
Enclavado en la región de Lazio, Italia, Civita di Bagnoregio es un pueblo que parece haber salido de un cuento de hadas. Conocido como «La Ciudad que Muere» debido a la erosión que amenaza sus cimientos, este lugar encarna una magia singular. Sus calles empedradas, rodeadas de casas de piedra y flores coloridas, transportan a los visitantes a una época en la que el tiempo corría más lento.
Las costumbres locales aún tienen un aire medieval. Los habitantes, pocos pero apasionados, mantienen viva la tradición de la cocina italiana casera, con recetas transmitidas de generación en generación. El pan de Civita, cocido en hornos de leña, y las pastas elaboradas a mano con ingredientes frescos, son el alma de la comunidad. Además, las fiestas religiosas, como la procesión de San Buenaventura, reúnen a los locales y visitantes en una celebración llena de fe, música y comida.
Hoy en día, Civita enfrenta los retos de la modernidad. Con solo unos pocos residentes permanentes, el pueblo depende en gran medida del turismo. Sin embargo, los lugareños han sabido adaptarse, ofreciendo experiencias auténticas que invitan a los viajeros a sumergirse en la cultura y la historia del lugar. A pesar de las adversidades, Civita di Bagnoregio sigue siendo un símbolo de resistencia y belleza, un pequeño rincón de Italia que nos recuerda la importancia de las raíces y las tradiciones.
Quienes visitan Civita se llevan consigo no solo imágenes de paisajes de ensueño, sino también un profundo respeto por la riqueza cultural que este pueblo remoto aún conserva.