Las copia xerográficas iniciaron su recorrido hace exactamente 84 años.
Apoyar un papel sobre un cristal iluminado y bajar la tapa para que la máquina arroje reproducciones en pocos segundos es, ahora, cosa de todos los días en cualquier quiosco de barrio. Pero el proceso era una rareza antes de 1938, año en el que arrancó la historia de las fotocopias. Incluso lo fue décadas más tarde, hasta que esa tecnología se popularizó.
Esta tecnología hoy sopla las velitas. El 22 de octubre de 1938 se realizó con éxito la primera fotocopia de la historia.
El protagonista del cuento es Chester “Chet” Carlson, un físico e inventor que además trabajaba como abogado. Este hombre se empeñó en crear una máquina capaz de hacer copias de documentos velozmente, proponiendo así una evolución de los procesos previos que iniciaron en el siglo XV con la invención de la imprenta y que continuaron con las primeras máquinas de escribir, que surgieron en el XIX.
Los primeros desarrollos de Carlson circularon a comienzos de la década del 30 y no fueron precisamente exitosos: las patentes fueron rechazadas por compañías como Kodak e IBM.
La tecnología propuesta consistía en una serie de pasos que culminaban en una copia. Al inicio, el documento original es barrido por un rayo de luz que proyecta la imagen sobre una superficie fotosensible. En otras palabras, se carga electroestáticamente en función de la imagen captada.
Luego se esparce polvo pigmentado (toner, en la jerga) que se adhiere a las partes electrizadas, que corresponden a la imagen. De esta forma se reproduce la imagen original. El último paso es el calor, que fija el pigmento en la copia.
Tras los inicios errantes del invento, el reconocimiento llegó paulatinamente.
Hacía 1938 cuando al proceso inventado por “Chet” se lo denominó “xerografía”. Antes, lo había bautizado “electrofotografía”.
El 22 de octubre de ese año, el inventor sacó la primera fotocopia: tenía 32 años cuando lo hizo. En la hoja vemos la fecha como testigo de este hito.
Seis años más tarde, el Instituto Memorial Battelle de Ohio, Estados Unidos, selló un acuerdo con el físico para desarrollar su tecnología.
Hacia 1947, una empresa llamada Haloid Company (más tarde rebautizada como Xerox Corporation) compró los derechos del invento.
Hay que esperar hasta 1959 para la aparición de la primera fotocopiadora comercial.
La revolución de la Xerox 914
En griego, xeros significa “seco” y graphos “escritura”. Esta forma de generar copias causó revuelo, en especial con la aparición del modelo Xerox 914 hacia fines de los 50′s.
Antes de la llegada de las computadoras a las oficinas y a las casas, esta voluminosa fotocopiadora revolucionó la forma de trabajar con documentos. Ya no eran necesarias largas sesiones de tipeo en máquinas de escribir, o procesos engorrosos y poco dinámicos.
El fabricante incluía un pequeño extintor junto con la máquina.
El impacto de este producto es evidente en el siguiente dato: cuando la fotocopiadora de Xerox se lanzó en 1961, en Estados Unidos sea hacen 20 millones de copias de documentos al año. Cinco años más tarde, esa cifra ascendió a los 160 millones.
Eso sí: tener una Xerox 914 no era barato. Había que pagar casi 30.000 dólares por uno de estos equipos, que tal como vemos en los anuncios de la época presumía su velocidad para el copiado. A sabiendas de que se trataba de un lujo costoso, Xerox ofrecía esta innovación por un alquiler mensual de 95 dólares.
Algunos datos sobre la primera fotocopiadora comercial:
Era capaz de crear documentos de 9 x 14 pulgadas (de allí la numeración en su nombre).
El equipo era enorme: más de 1 metro de alto y un peso de casi 300 kilogramos.
Tal como señala el sitio Xataka, a muchas empresas poco les importó tener que derribar paredes en sus oficinas para que cupiera una Xerox 914, porque su extrema velocidad para las copias justificaba cualquier esfuerzo.
Ahora que en muchos hogares hay impresoras compactas (e incluso las fotocopias parecen cosa vetusta), algunos datos de color sobre esa fotocopiadora mítica resultan simpáticos. Por ejemplo, en los primeros años de despliegue Xerox debió ofrecer soporte técnico porque muchos de sus clientes no comprendían cómo hacer las copias. Además, el fabricante comenzó a entregar el equipo junto con un matafuegos, porque en ocasiones sobrecalentaba y se prendía fuego.
El equipo Xerox 914 dejó de fabricarse en 1976, con más de 200.000 unidades vendidas. Carlson falleció unos años antes, en 1968, a tiempo para ser testigo del éxito de su invento.